Salamanca. Paseo de Canalejas. Cerca de las doce de la mañana. Ya estamos aquí, perfumeros todos, sentados de nuevo en un bus camino a Torrejón. Mismo bus y mismos asientos que el día anterior. El destino también es el mismo: el sueño de ganar una Copa. Lo único que cambia es el ambiente. Pasamos de la incertidumbre del sábado a la ilusión y el buen humor del domingo. No se han cerrado las puertas del bus cuando empiezan las primeras palmas y risas.
Antes de arrancar definitivamente hacia tierras madrileñas, vestimos el bus con las bufandas azules, para que todo el mundo sepa quiénes somos y a dónde vamos. Hecha la decoración, ya en carretera, la gente hace sus apuestas. Hay quien dice que lo de Avenida será "un paseo militar". Cada cual tiene su nivel de optimismo. Yo prefiero la cautela y el respeto al rival. Un aficionado, sentado dos asientos más adelante, a mi derecha, piensa que no hay que fiarse: "que sí, que sí, que de cada cien veces, pasa una. Pero como nos toque esa una, estamos jodidos". Calla durante un momento, y, tras un instante de silencio, añade: "la ilusión y las ganas las llevamos todos". Pues eso, con ilusión y con ganas, a por la Copa, a Torrejón.
En algún punto entre Torrejón y Salamanca. Son cerca de las siete y diez de la tarde. Perdón por no haber escrito hasta ahora, pero, con el corazón en un puño, y la cámara en la mano restante, se hace difícil juntar, aunque sean, un par de letras. Llevamos poco más demedia hora de viaje, y todavía estoy intentando poner mi ritmo cardíaco a niveles normales. ¡Qué manera de sufrir! Está claro que Avenida no puede ganar un título si este no se consigue de forma épica y heroica. Ha costado, y mucho, pero ya está, ya es nuestra, la quinta Copa de La Reina de Perfumerías Avenida. Seguimos con nuestro idilio victorioso con la Comunidad de Madrid. Aunque, eso sí, nos gustaría que la próxima Copa fuera en otra comunidad autónoma. Todavía quedan dos horas de viaje por delante, pero que se harán muy llevaderas embargados por la emoción y con una irisa de oreja a oreja que no se nos quita a ninguno. Yo sonrío y me río, acordándome del "paseo militar" que se hablaba en este mismo bus hace siete horas. ¿Paseo militar? Pues menos mal...
Salamanca. Paseo de Canalejas. Nueve de la noche. La Catedral que nos daba los buenos días la mañana del sábado en la más completa oscuridad hoy nos recibe con los brazos abiertos, iluminada en todo su esplendor. Nunca antes me había alegrado tanto de ver aparecer la Catedral Nueva en el horizonte. Alegría por volver a casa tras un fin de semana intenso, y cierta tristeza, o, mejor dicho, nostalgia, por el viaje que termina. Pero ser perfumero tiene una ventaja, y es que el viaje termina, pero el sueño continúa.
Y así, de esta manera, cuando pasa el reloj de las tres y media de la mañana, termina la Copa de La Reina 2015. Una Copa en la que un principio íbamos a por un sueño, el ser campeones, pero que me he encontrado con que, al final, he cumplido una gran cantidad de sueños, uno por cada foto que he hecho y por cada persona que he conocido. Una experiencia llena de muchas emociones. Las horas sin dormir, las pasadas delante de una pantalla de ordenador, las pasadas sentado en un bus y las sufridas en el pabellón han valido, todas y cada una de ellas, la pena.
Y ahora, a seguir creciendo como fotógrafo, a seguir disfrutando de cada momento que tenga la oportunidad de vivir al lado de este club, con el que he aprendido que sufrir, a veces, merece la pena, a caer y levantarse, a sonreír hasta cuando más duela, a llorar, a cara descubierta, o para uno mismo, porque hay lágrimas que merece la pena derramar, y, por encima de todo, a soñar, y a seguir soñando cuando haya sueños que no se cumplan, porque habrá otros que los sustituyan. Gracias a la vida y a Perfumerías Avenida, que, este fin de semana, han sido lo mismo.
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